LUCRECIA BORGIA, ¿VICTIMA O VICTIMARIA?

Bella, culta, refinada, Lucrecia fue ante todo un peón al servicio de las ambiciones de su padre, el Papa Alejandro Vl, y de su hermano, César, que la implicaron en la agitada política italiana.
Los astrólogos vaticinaron un futuro memorable para la bella recién nacida y, ciertamente, no se equivocaron. Lucrecia llegaría a ser tan célebre y controvertida como los demás miembros de la familia que dominó la capital de la cristiandad a finales del siglo XV.
Desde el momento en que su padre fue nombrado Papa, se convirtió en objeto de deseo para las principales familias italianas.
Lucrecia descubrió los encantos de la vida nocturna de Roma del brazo de Giulia Farnese, la amante de su padre.
A los 19 años, las acusaciones de incesto con su hermano César y hasta con su propio padre, corrieron por la ciudad. "¡Es la puta del Papa!", se oyó decir de ella.
La boda con Giovanni Sforza fue un total fracaso. Lucrecia declaró que la relación no llegó a consumarse. Dos miembros de la curia cardenalicia declararon que Lucrecia era virgen, pues Sforza "era impotente por completo y de naturaleza frígida". Por supuesto que todo fue una farsa, respondiendo exclusivamente a intereses políticos.
En 1498, se casa con Alfonso de Aragón, hijo del rey de Nápoles. La relación duró poco, ya que César estranguló a Alfonso mientras dormía.
Lucrecia se retiró a un convento, sólo su padre y su hermano, ordenado cardenal, podían visitarla.
Poco después de salir del convento, dio a luz a un niño. Se atribuyó la paternidad a César, la relación con Lucrecia ya era difícil de ocultar.
Su padre, para evitar el escándalo, arregló una boda con el hijo del duque de Ferrara.
Aquí se calmaron las aguas, y Lucrecia fue aceptada por una de las cortes más refinadas del Renacimiento, ganándose la estima de sus súbditos.
La imagen que se tenía de Lucrecia Borgia en los territorios europeos, era la personificación de la lujuria y la perversión.
Victor Hugo publicó en 1831 una obra de teatro, "Lucréce Borgia", en la que convierte a nuestra protagonista en una mujer inmoral, una femme fatale que instiga y envenena.
Pero, esta joven, ¿fue realmente la envenenadora al servicio del Papa Alejandro, o fue una víctima de los intereses políticos de un hombre ambicioso e inescrupuloso, que pretendió fortalecer la posición de su familia, asegurando alianzas territoriales que le permitieran el absoluto control sobre la Italia central?

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